23 DE ABRIL
9h A 10h CUENTA CUENTOS
10h A 11h RECITAL DE POESÍAS
11h A 12h LECTURAS
12h A 13h RINCONES DE LECTURA
13h A 14h ENTREGA DE PREMIOS
¿A qué me lo decís? Lo sé: es mudable,
es altanera y vana y caprichosa; antes que el sentimiento de su alma, brotará el agua de la estéril roca.
Sé que en su corazón, nido de sierpes,
no hay una fibra que al amor responda; que es una estatua inanimada..., pero... ¡es tan hermosa! |
La cebolla es escarcha
cerrada y pobre: escarcha de tus días y de mis noches. Hambre y cebolla: hielo negro y escarcha grande y redonda.
En la cuna del hambre
mi niño estaba. Con sangre de cebolla se amamantaba. Pero tu sangre, escarchada de azúcar, cebolla y hambre.
Una mujer morena,
resuelta en luna, se derrama hilo a hilo sobre la cuna. Ríete, niño, que te tragas la luna cuando es preciso. |
Por desplumar arcángeles glaciales,
la nevada lilial de esbeltos dientes es condenada al llanto de las fuentes y al desconsuelo de los manantiales. Por difundir su alma en los metales, por dar el fuego al hierro sus orientes, al dolor de los yunques inclementes lo arrastran los herreros torrenciales. Al doloroso trato de la espina, al fatal desaliento de la rosa y a la acción corrosiva de la muerte arrojado me veo, y tanta ruina no es por otra desgracia ni por otra cosa que por quererte y sólo por quererte. |
Abrazado a tu cuerpo como el tronco a su tierra, con todas las raíces y todos los corajes, ¿quién me separará, me arrancará de ti, madre? Abrazado a tu vientre, ¿quién me lo quitará, si su fondo titánico da principio a mi carne? abrazado a tu vientre, que es mi perpetua casa, ¡nadie! Madre: abismo de siempre, tierra de siempre: entrañas donde desembocando se unen todas las sangres: donde todos los huesos caídos se levantan: madre. Decir madre es decir tierra que me ha parido; es decir a los muertos: hermanos, levantarse; es sentir en la boca y escuchar bajo el suelo sangre. |
Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos, decidme en el alma: ¿quién, quién levantó los olivos?
No los levantó la nada,
ni el dinero, ni el señor, sino la tierra callada, el trabajo y el sudor.
Unidos al agua pura
y a los planetas unidos, los tres dieron la hermosura de los troncos retorcidos.
Levántate, olivo cano,
dijeron al pie del viento. Y el olivo alzó una mano poderosa de cimiento.
Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos, decidme en el alma: ¿quién amamantó los olivos?
Vuestra sangre, vuestra vida,
no la del explotador que se enriqueció en la herida generosa del sudor. |
No la del terrateniente
que os sepultó en la pobreza, que os pisoteó la frente, que os redujo la cabeza.
Árboles que vuestro afán
consagró al centro del día eran principio de un pan que sólo el otro comía.
¡Cuántos siglos de aceituna,
los pies y las manos presos, sol a sol y luna a luna, pesan sobre vuestros huesos!
Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos, pregunta mi alma: ¿de quién, de quién son estos olivos? |